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Cuando el destino nos alcance

“El territorio mexicano es sumamente rico en recursos naturales y su posición estratégica lo convierten en uno de los países megadiversos. No obstante, en medio de semejante abundancia el cambio climático, el saqueo de las empresas y la indiferencia de los actores políticos nos acercan cada vez más a un futuro de escasez, sequía y miseria”.



Foto: Política Básica en Facebook.


Por: Arturo Vallejo Toledo


Desde el 2021 se advirtió sobre una sequía sin precedentes que atravesaba el territorio nacional: la gran parte de las presas se hallaban en mínimos históricos y uno de los principales cuerpos de agua del país –el lago de Cuitzeo– agonizaba ante la indolencia de la administración del PRD en Michoacán. Solo el sur de México se mantenía como un pulmón y un oasis ante las altas temperaturas y escasez de agua que azotaban el resto del territorio. Un aluvión inesperado de lluvias le dio vida de nuevo a las presas aquel año, pero fue un golpe de suerte que no podemos esperar siempre.


En 2022, dos de las principales urbes del país, Ciudad de México y Monterrey, enfrentan una severa escasez de agua. Se abastecen principalmente de presas alejadas, monopolizando el agua de otras comunidades y expulsando grandes cantidades de desechos que contaminan otros cuerpos acuíferos, como el río Lerma. En el caso de la Ciudad de México, con el pasado lacustre del valle, la planeación urbana es simplemente imperdonable.


La respuesta de las autoridades ha sido puramente estética, urgiendo a la población al ahorro del líquido vital y estableciendo horarios de uso del mismo. Sea cual sea el partido gobernante, ausentes están las soluciones de fondo. Mientras la población civil sufre el racionamiento, las grandes empresas –principalmente transnacionales– continúan la extracción indiscriminada de agua. Las refresqueras, cerveceras y macro granjas, utilizan altísimas cantidades de agua sin que haya siquiera una forma fidedigna de cuantificarla.


Aunque los actores políticos no quieran admitirlo, el problema de la sequía en México es, principalmente, tridimensional. En una primera instancia, el cambio climático ya no nos pisa los talones, sino que vive entre nosotros. Las temperaturas se hacen más extremosas, las catástrofes climáticas elevan su magnitud y su frecuencia y las diferencias entre distintas latitudes del planeta se desdibujan con velocidad. En este sentido, es evidente que México sufre –y sufrirá– como el resto del planeta el cambio climático que alterará los procesos de la biósfera.


En un segundo punto, la riqueza natural del territorio mexicano es explotada por empresas, principalmente transnacionales, que aprovechan la falta de controles medioambientales, la corrupción, la mano de obra barata y, sobre todo, la abundancia. Así, mientras en sus países dichas corporaciones pueden tener dificultades para llevar a cabo sus actividades económicas, en México y en otros países del Sur Global, pueden priorizar las ganancias sobre cualquier otra consideración humana o ambiental. Coca Cola, Nestlé y las cerveceras, son tan solo algunos ejemplos de dichas corporaciones.


En tercera, los actores políticos de México se han negado históricamente a tomar medidas firmes para la protección del medio ambiente y a responsabilizarse por el mismo. Emprenden acciones puramente estéticas, sin planes elaborados para resolver el problema de fondo. El último en la lista es Samuel García, el flamante gobernador de Nuevo León, quien se queja de que el problema de la escasez de agua “no es su culpa”. Si bien es cierto que se trata de un problema multidimensional que se arrastra desde hace años, en las manos de cada político está tomar decisiones asertivas que protejan al medio ambiente, incluso si no son populares.


En el mapa que acompaña este artículo se puede observar el estrés hídrico que sufren distintas regiones del país y la probabilidad de que enfrenten escasez del vital líquido. Es momento de actuar. ¿O esperaremos a que el destino nos alcance? Porque este se acerca, inexorablemente y nos pisa los talones. Los boicots de consumo contra Coca Cola se han mostrado efectivos, así que esa es una estrategia que puede canalizar la presión de la sociedad civil hacia un futuro digno. Boicot contra cualquier empresa que crea que puede usar el agua de México indiscriminadamente, poniendo en peligro nuestra supervivencia.


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