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En boca de pocos: Justicia coja

2 de marzo 2023

Por: Jaime Ortíz

Imagen: Jaime Ortíz


Villas de Salvárcar es un fraccionamiento ubicado en Ciudad Juárez, Chihuahua, que en 2010 tendría una proyección nacional desafortunada en la historia moderna de México. El 30 de enero de ese año, aproximadamente unos 50 jóvenes, estudiantes de bachillerato y universidad, se encontraban festejando el cumpleaños de un compañero de 16 años, cuando entre la penumbra de las 23:30 hrs. un grupo de 20 hombres armados irrumpió con el festejo a punta de balas. El resultado serían 10 personas muertas y otras 15 más heridas.


Esa noche los oficiales no hicieron más que resguardar el lugar para evitar la “contaminación” de la escena, convirtiéndose en un caso que por los siguientes días no tendría ninguna resolución cercana. Sin embargo, días después, y tras una injustificada criminalización de las víctimas como pandilleros, en una conferencia de prensa en la que estuvo presente el presidente Felipe Calderón junto a su esposa Margarita Zavala y el entonces Secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna, una mujer acudió entre gritos para manifestarse contra el mandatario.


La mujer se identificó como Luz María Dávila, madre de Jorge Luis Piña Dávila de 16 años y Marcos Piña Dávila de 18 años, ambos víctimas del atentado de Villas de Salvárcar. Y frente a la perplejidad de los funcionarios y los ojitos desvergonzados de Felipe y Margarita, Luz María se dirigió a ellos diciendo:


“Discúlpeme señor Presidente yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es. Porque aquí hay asesinatos desde hace dos años y nadie ni nada han querido hacer. Juárez está de luto. Les dijeron a mis hijos pandilleros. Es mentira, uno estaba en la prepa y el otro en la universidad y no tenían tiempo para andar en la calle. Ellos estudiaban y trabajaban y lo que quiero es justicia. Le apuesto que si hubiera sido uno de sus hijos usted se había metido hasta debajo de las piedras y hubiera buscado al asesino, pero como no tengo los recursos no lo puedo buscar”


Este momento, difundido primero por televisión, sería conocido como “Madre coraje” por los internautas en ese entonces. Luz María, entre lágrimas, le pidió al presidente Calderón que se retractase de su acusación criminalizante contra sus hijos. Los periodistas presentes, no más que focas chayoteras aplaudidoras, de vez en cuando se reían entre el imperante silencio. Éste sería un momento que ejemplifica la tónica del Sexenio Calderonista. Un presidente al que le dicen las cosas en las bocas no alienadas al poder le grita sus verdades y éste solo contesta con un cínico “por supuesto, haremos algo al respecto” mientras uno de los cómplices de la brutalidad delincuencial se encontraba sentado a su lado, el criminal de García Luna.

Imagen: Milenio TV


El 11 de julio de 2011 se dictó sentencia contra los algunos responsables: Juan Alfredo Soto Arias, Heriberto Martínez, Aldo Favio Hernández Lozano y José Dolores Arroyo Cavaría, quienes fueron condenados a pasar 240 años de prisión. Pero tan solo tres años después, el 6 de noviembre del 2013 la Suprema Corte de Justicia ordenó su liberación, debido a que las autoridades obtuvieron su confesión bajo tortura.


En un principio, Felipe Calderón, de acuerdo con la consulta Mitofsky, comenzó su mandato con el 65% de aprobación de la población mexicana aún cuando el proceso electoral con el que fue electo, acontecido en 2006, fue señalado como fraude. Aquella aprobación se iría en picada meses después. Nada sorprendente cuando tras denominarse “el Presidente del empleo”, terminaría acabando en el trabajo de cientos de miles de personas con la desaparición de Mexicana de aviación, la aerolínea más grande de Latinoamérica y Luz y Fuerza del Centro, lo cual empezaría una turbia continuidad de las Asociaciones Público-Privadas en la industria eléctrica.


Ya que el enfoque de campaña sustentado en el “Empleo” terminó siendo un fiasco durante su gobierno e incluso la toma de protesta de Calderón había sido una vergüenza porque fue atacado verbalmente, su imagen tenía que sustentarse en otro mito, sus asesores, como niños ingenuos, decidieron que lo mejor era darle una patada al avispero.


Se desplegaron alrededor de 46 mil militares por las calles de todo México con la consigna presidencial que se repetía una y otra vez en los spots de radio y televisión: acabar con el narcotráfico. La narrativa se construyó en torno a los buenos contra malos como si de una película se tratase, una en la que iban ganando “los buenos”. Solo que aquellas balas sí dolían y las muertes eran reales, tanto que durante la “Guerra contra el narco” se contabilizaron 6 mil quejas y denuncias contra las fuerzas armadas. El presupuesto dedicado a la milicia aumentó un 80% al de principios de sexenio. Además, se registró que de 2006 a 2011 se atendieron a 20 469 militares por cuestiones vinculadas a trastornos psicológicos, donde figuran el estrés, los problemas afectivos y el uso de psicotrópicos.


Entre las denuncias presentadas por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), se encuentran casos trágicos tan absurdos que no pueden pasar por alto. Incrustadas en la memoria colectiva quedan las imágenes de Luz María Dávila reclamando a Calderón por la muerte de sus hijos en una balacera contra un domicilio lleno de jóvenes inocentes. De igual manera, los múltiples casos de retenes que disparaban por “errores” a los civiles, asesinando a los conductores o pasajeros, o bien dejándolos con huesos u órganos destrozados.


El trabajo en conjunto por parte de las instituciones militares con los cuerpos policiales, significó una irrupción metodológica en seguridad pública respecto a la búsqueda, seguimiento y combate de organizaciones delictivas. Sin embargo, la táctica gubernamental en la estrategia contra el narcotráfico se encaminó a una deserción militar que aumentó estrepitosamente, debido a elementos que en la calle estaban más expuestos a ser corrompidos por una estructura podrida desde los altos mandos, o bien, ser persuadidos para integrarse a cárteles que buscaban reclutar en sus filas a individuos con conocimientos bélicos avanzados.


Todo lo mencionado fue mermando la confianza en la milicia por parte de la población mexicana. Calderón, a pesar de los esfuerzos por demostrar lo contrario, fracasó en su intento por frenar el narcotráfico, las cifras de exportación de cocaína subieron, las organizaciones delictivas se fortalecieron (con todo y el operativo “Rápido y furioso” incluido), así como no pararon los cuestionamientos hechos por medios internacionales.



Al final solo quedan cifras frías, números que no reflejan el terror de las calles o la ausencia en los hogares, ni las cicatrices de una nación hundida. De 2007 a 2011, según cifras de INEGI, se registró la muerte de más de 100 mil civiles, sin contar los no reconocidos en las fosas comunes o planchas de la morgue, al igual que otros 25 mil desaparecidos.


Y como cereza del pastel, el pasado 21 de febrero se confirmó por un jurado estadounidense lo que ya se sabía pero los panistas intentaban ocultar con desvergüenza, se declaró a Genaro García Luna culpable de 5 cargos, entre ellos la colaboración con una empresa criminal y narcotráfico. Si bien la sentencia se dará hasta junio, se espera que sea una cadena perpetua o por lo menos no mejor a 25 años tras las rejas. Por lo que toda aquella patraña de la lucha contra el narco solo fue un gran montaje de justicia que logró diversificar a los grupos criminales y alentar su violencia.


¿Y Felipe Calderón estaba coludido? Veámoslo bajo dos hipótesis. O no sabía qué pasaba, por lo tanto era un incompetente. O estaba enterado y apoyaba las acciones, siendo parte de la masacre. De todas formas, los invito a que cuando vean los videos del simpático borracho bailando en Mónaco después de tirarse a la alberca con el Machista de Checo Pérez, lo recuerden como lo que es, un genocida.


Tras el resultado del jurado en el caso de García Luna se supo que Calderón se fue a España. La ahora diputada Margarita Zavala, así como el resto de la bancada panista, salieron de la cámara de diputados tan solo unos minutos después de la noticia. Y aún algunos cuantos deshonrosos personajes como la clasista alcaldesa de Álvaro Obregon, Lía Limón, quien fue integrante del gabinete calderonista, siguen defendiendo ese devastador gobierno.


Les pido, lectores, que no olviden, no olviden las fosas comunes, los desaparecidos, los inocentes asesinados, las negaciones de la boca de García Luna, la sonrisa cínica de Calderón y las palabras de Luz María Dávila.




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